Lope de Vega
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches del invierno escuras?
pasas las noches del invierno escuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el yelo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío
si de mi ingratitud el yelo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
Cuántas veces el ángel me decía:
¡Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!
¡Alma, asómate agora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía!
¡y cuántas, hermosura soberana:
Mañana le abriremos -respondía-
para lo mismo responder mañana!
Mañana le abriremos -respondía-
para lo mismo responder mañana!
Francisco de Quevedo
A Belisario
Viéndote sobre el cerco de la luna
triunfar de tanto bárbaro contrario,
¿quién no temiera, ¡oh noble Belisario!,
que habías de dar envidia a la Fortuna?
Estas lágrimas tristes, una a una,
bien las debo al valor extraordinario
Conque escondiste en alto olvido a Mario,
que mandando nació desde la cuna.
Y ahora, entre los míseros mendigos,
te tiraniza el tiempo y el sosiego
la memoria de altísimos despojos.
Quisiéronte cegar tus enemigos,
sin advertir que mal puede ser ciego
quien tiene en tanta fama tantos ojos.
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